Convierte A Tu Hijo En Un Genio… Apagando La Televisión.

martes, 1 de marzo de 2011
Cuando oí hace años que Madonna no deja a sus hijos ver la tele, pensé “vaya hipócrita pretenciosa”. Siempre pensé que ver la televisión cuando eres un niño, sirve para mejorar tu educación. ¿Quién  puede olvidar series como “Era se una vez el Hombre”?
Para muchos,nuestro conocimiento de Enrique VIII o de los Reyes Católicos, proviene o ha
sido modificado por documentales y películas que hemos visto… Por lo que,
cuando mi hija Inés llegó a este mundo hace 8 a
ños, estuvimos encantados de que descubriese el maravilloso mundo de 12 horas de tele infantil diarias.
Recordando las larguísimas jornadas de informativos, y los escasos momentos de dibujos
animados que teníamos en la infancia, estábamos encantados de que nuestra hija
pudiese disfrutar de una oferta tan amplia.
Además de todo
esto, Inés puede disfrutar el “milagro” del DVD, lo que permite que puedas ver
todas las películas de Disney durante un fin de semana en casa, en vez de
esperar durante a
ños a que reestrenen “101 Dálmatas” durante unas vacaciones escolares. Al trabajar los dos, pensamos que Inés necesitaría la tele para hacerle compañía.
Los
Teletubbies eran sus hermanos virtuales. Y necesitábamos que viese la tele para
tener momentos de descanso. Inés nunca ha dormido toda una noche de un tirón y,
desde que tenía un a
ño, después de despertarse varias veces, se levanta a las 5 de la mañana con las baterías llenas. Pero parece que no estábamos solos. Los estudios demuestran que los niños de nuestro país pasan delante de una televisión o de un ordenador 4 horas y media al día, de
las que pasan casi 3 horas viendo la tele.
Este estudio demuestra que las televisiones, cada vez más, son utilizadas como niñeras electrónicas. Debo confesar que me llevaba el edredón al salón,ponía un DVD, y escamoteaba cabezadas de 30 segundos, mientras ella estaba absorta con sus películas favoritas.
Cualquier cabezada era mejor que no dormir, y si ella veía programas diseñados por las televisiones nacionales para educar a nuestros hijos, todos saldríamos beneficiados. No podíamos estar más equivocados.
No fue hasta hace dos años, cuando leí que el gobierno australiano recomendaba que los niños menores de dos años no viesen la tele; y de dos a cinco años, una hora diaria como máximo. Para entonces, Inés ya estaba en el colegio.
Si bien las noticias de Australia, me aterraban, no me di cuenta de la relación entre la ausencia de éxito escolar de Inés, y la enorme cantidad de horas de televisión a las que había sido expuesta desde niña.
Durante sus tres primeros años escolares,pensamos que sus malas notas se podían explicar por ser la segunda niña más joven de su clase, agravado por un desafortunado segundo curso, en el que tuvo 5 profesores diferentes en la misma asignatura.
Volvimos a tener esperanzas en su tercer curso, cuando Inés tenía un profesor especialmente brillante, al que ella adoraba. Pero cuando sus notas llegaron al final del curso, los resultados seguían siendo terribles.
Inés estaba muy por detrás en el nivel de lectura de su clase, su gramática era terrible, y casi nunca terminaba sus deberes. Estábamos destrozados y desconcertados.Ya  sé que todos los padres pensamos que nuestros hijos son maravillosos, pero estoy seguro de que Inés no es tonta. Tiene una
gran capacidad de observación, es divertida, y tiene mucho vocabulario para su edad.
El granproblema, como nos dimos cuenta, era que no podía concentrarse en nada. Cuando mi hermana le dio un kit de punto de cruz para las vacaciones de verano, Inés perdió todo su entusiasmo en apenas dos minutos. En ese momento se nos encendió la bombilla.
Inés tiene un problema de déficit de atención. Una vez que nos dimos cuenta de cuál era el problema, muchas cosas cobraron sentido. Todas las veces que había traído amigas a casa, y habían empezado un proyecto de manualidades, que acabaron con entusiasmo, pero Inés lo había dejado a los pocos minutos, para hacer volteretas, tocar el piano en intervalos de tres minutos, o correr por la casa. También explicaba por qué, para tristeza de  su madre escritora, nunca había terminado un libro. Busqué en Internet,y encontré toda la información.
Todas las pruebas sobre los efectos del exceso de televisión en el desarrollo de los niños. Un estudio del 2004 realizado por la Academia Americana de Pediatría lo describía de forma clara: “la exposición temprana a la televisión está asociada con problemas de atención cuando se alcanzan los 7 años de edad”. Ahí estaba, en la pantalla de mi ordenador, escrito por las más altas autoridades: ver demasiada televisión cuando era pequeña había frito el cerebro de mi niña.
En ese momento de desesperación, alguien me prestó el maravilloso libro “El cerebro que se
transforma a sí mismo”, por el doctor canadiense Norman Doidge.
En él, se explora el concepto de la “neuroplasticidad”, que sugiere que el cerebro puede cambiar de forma constante.  El doctor Doidge me dio esperanzas de que podría “desfreir” el cerebro de Inés, con sólo frenar el consumo de televisión. Pero, ¿cómo hacerlo sin que parezca un castigo?
Después de preguntar a otros padres, me sorprendió saber cuántos de ellos ya tenían restricciones sobre la televisión. Una familia había eliminado la televisión por completo. Habían acordado ver alguna película de vez en cuando, pero nada más. Por cierto, este es el sistema que sigue Madonna.
Para otras familias, sólo se podía ver la tele después de las 6 de la tarde, o sólo se podía ver la tele una hora al día, ya fuera televisión, Internet, o videojuegos. Empecé a disminuir las horas de televisión durante las vacaciones de navidad. Cuatro semanas después, conseguimos que sólo viese la tele una hora al día, además del DVD ocasional que veíamos en familia. Lo hablé con Inés, y me sorprendieron las ganas que tenía de intentarlo, a pesar de que me costó esfuerzo y sacrificio por mi parte. Tuve que buscar tiempo para jugar con ella, cuando normalmente me hubiese ido a mi cuarto a sumergirme en Twitter o Facebook, mientras ella buscaba algún programa de televisión. Lo mejor de todo,yo también me lo paso bien.
Cocinamos juntos, jugamos a juegos de mesa, hacemos puzles, y no hemos enganchado  a los juegos de cartas infantiles. De hecho,me recuerda a mi infancia, cuando tuvimos que sufrir varios apagones por culpa de una red eléctrica defectuosa, toda la familia nos reuníamos a jugar a las cartas, a la luz de una linterna. Un recuerdo especialmente feliz para mí. Por cierto, Inés lee libro, por su cuenta, y hasta el final.Y finalmente, las noticias que esperábamos. Tan sólo un par de semanas tras las vacaciones de navidad, cuando hablé con uno de sus profesores y me dijo “no sé qué has hecho
con Inés, pero ha cambiado totalmente. Hoy ha sido fantástica durante la clase, no se ha distraído ni un momento”. La historia se repitió con todos los profesores, hasta  que su tutora fue a buscarme a la puerta del colegio: “
¡Inés es una niña nueva! Va también con los estudios que voy a ponerla en una clase más avanzada. No sé lo que has hecho, pero funciona”
Y pensar que
todo el esfuerzo que tuve que hacer fue darle a un botón… para apagar la televisión.


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